Influencia de la Fama en la Masonería Especulativa


Herencia R+C de la M:.

Desde hace 35 años, estamos inmersos en una investigación de lo histórico; pero también de la espiritualidad respecto al fenómeno Rosacruz y que nos ha llevado a leer casi toda la literatura relacionada que se ha publicado en castellano; pero también a incursionar de un modo menos profundo, en algunos casos, o plenamente en otros, cuando de escuelas u organizaciones rosicrucianas se trata.

El Universo que me he encontrado, durante todos estos años, ha sido variopinto y multifacético. Bajo el paraguas Rosacruz se cobijan un gran grupo de escuelas, organizaciones e incluso diminutos chiringuitos alimenticios que pretenden, en algunos casos, ser los depositaros por herencia de las enseñanzas de aquella supuesta Organización del Siglo XVII que empezó a conocerse gracias a un opúsculo conocido como la Fama Fraternitatis, cuyo 400 aniversario se ha cumplido este año de 2014.

Pero ¿Qué se encuentra detrás de la Fama Fraternitatis o Llamada de la Fraternidad de los Rosacruces? Solo descubriendo la Verdad del pasado es como sabremos si algunas de esas cosas que se auto denominan rosacruces, en el presente, lo son o no. ¿Si existe algún ADN que las vincule con el movimiento original?

No demasiado tarde, en esa búsqueda que emprendimos, encontré un pequeño librito, de carácter histórico, y que desde entonces lo considere como mi Libro de cabecera respecto de la Rosacruz escrito en la década de los 70 del siglo pasado: El Iluminismo Rosacruz de Frances Amelia Yates. Sería estúpido de nuestra parte, existiendo tan magnífico trabajo que me dedicara a copiar y tergiversar dicha obra para parecer propia o trabajar de memoria obviando lugares y fechas que deslucirían un trabajo serio, como es el de la presente Conferencia. Por lo tanto, sepa nuestro interlocutor que lo que aquí se diga, de forma correcta, es gracias a la impagable labor de la Creadora del Iluminismo Rosacruz y si hubiese algo impropio o falaz se lo debéis reclamar a éste, vuestro humilde interlocutor.

Dice Frances A. Yates en su Obra el Iluminismo Rosacruz, Capítulo XV, titulado Los Rosacruces y la Masonería: La principal razón por la que hasta el día de hoy no ha habido en general estudios históricos serios sobre los manifiestos rosacruces y su influencia es, sin duda alguna, que este tema ha sido desprestigiado completamente por los entusiastas de las sociedades secretas. Hay una vasta cantidad de obras sobre los rosacruces que da por segura la existencia de una sociedad secreta, fundada por Cristián Rosentcreutz, que supuestamente ha sobrevivido hasta nuestros días sin interrupción. En el mundo vago e incierto de los escritos llamados ocultistas, esta idea ha producido una literatura tal que, con toda razón, no ha recibido la más mínima atención de los historiadores serios. Y cuando, como sucede con tanta frecuencia, en la brumosa discusión sobre los rosacruces y su historia se introduce el elemento de los mitos masónicos, el investigador tiene la impresión de hundirse irremediablemente en un pantano sin fondo.

Aún sin ser historiador, cualquiera con un poco de sentido común, puede dilucidar cuando lo que le cuentan a uno se trata de algo posible o de simple superchería. El Universo literario está repleto de trabajos seudo-históricos que pretenden que nos creamos cosas que solo son producto de la fantasía de su autor o en el mejor de los casos de pura especulación. Pongamos como ejemplo el género denominado como realismo fantástico (No confundir con el Realismo Mágico) que inauguró el célebre libro del Retorno de los Brujos de Louis Pawells y Jackes Bergier.

Continúa Frances A. Yates: Sin embargo, quienquiera que emprenda una investigación del fenómeno rosacruz tiene por fuerza que hacer frente a estas cuestiones; y aunque hasta este momento en el presente libro nos hemos concentrado en el problema de dilucidar históricamente los antecedentes de los manifiestos rosacruces, y de seguir su curso para identificar la influencia que ejercieron –eludiendo la cuestión de la sociedad secreta-, ha llegado el momento de tratar de afrontar de alguna manera este aspecto del tema. Y con todo, y a pesar de que no lleguemos a resultados seguros, debemos tratar de descubrir por lo menos lo que se pueda ver en esta niebla desde nuestro punto de vista, con la ventaja que nos da el conocimiento más claro de la situación histórica en que surgieron los manifiestos rosacruces.

Queridas amigas, queridos amigos: Seguro que a muchos de vosotros os recuerda mi Persona, quizá de tierras leonesas o de Madrid. También es muy probable que de aquí mismo en Zaragoza, cuando compartí estudios y trabajos con los miembros de esta Querida y Añorada Escuela de la Rosacruz Aurea, Lectorium Rosacrucianum. Desde que comenzara nuestra andadura rosicruciana, a finales de los setenta principio de los ochenta, de la mano de la Rosicrucian Fellowship, La Fraternidad de Max Heindel, siempre nos ha impulsado el espíritu de la curiosidad más profunda por encontrar el verdadero conocimiento del porqué nos encontramos aquí, en nuestro Mundo; por lo tanto quiero indicaos, a mis amigos y amigas, hermanos y hermanas que no esperéis de las palabras aquí expuestas más que un espíritu racional de carácter científico e histórico; pero sin obviar que el final último de todo esto es encontrar la verdad sobre la existencia.

Hemos tomado uno de los libros más esclarecedores respecto a la Historia de los primeros años del Movimiento Rosacruz, El Iluminismo Rosacruz de la Autora Británica Frances Amelia Yates; porque dicha Obra produjo en mí un cambio de paradigmas que afianzó mis siguientes indagaciones en el terreno firme de la racionalidad, haciéndonos huir como alma que lleva el Diablo de cualquier tipo de pensamiento considerado como supersticioso. Vamos a seguir dados de la mano de la Señora Yates, dado que nos parece impropio colocar nuestras palabras allá donde ella expuso con maestría y sabiduría los principios básicos que han conducido, durante cerca de cuarenta años, a nuestra propia búsqueda de la Verdad.

¿Existen los rosacruces? ¿Es usted Rosacruz? No. –Sigue Yates en su Obra-, ¿Ha conocido a algún rosacruz? No. Cuántas veces hemos oído este diálogo, siempre con resultado negativo, al ir estudiando las obras rosacruces. Es un debate que continúa. Un historiador de la masonería ha dividido a los teóricos rosacruces en tres categorías: Los que creen en la realidad de la historia de Cristian Rosencreutz y de la fundación de la fraternidad R.C., tal como se relata en la Fama, los que consideran puramente míticos tanto la Sociedad como a su Fundador, y los que, sin aceptar la verdad histórica del relato de Rosentcreutz, creen en la existencia de los rosacruces como sociedad secreta. Actualmente no hay ninguna persona seria que crea en la verdad literal de la historia de Rosentcreutz, y Paul Arnold, en su libro publicado en 1955, pone en duda la idea de que existiera realmente una sociedad secreta de rosacruces, oculta en el mito.

Pudiera parecer que transcribiendo las palabras de la Señora Yates, apostamos por la inexistencia de la Orden; pero eso sería una deducción facilona, dado que de lo que aquí se trata es de la existencia o no, en su día, cuando surgió la Fama, en el Siglo XVII. Independientemente de la existencia o no de la Orden Secreta, lo que si es cierto es que se produjo un fenómeno que dio vida a un movimiento independiente que ha venido evolucionando de múltiples formas hasta nuestros días y cuyas criaturas son algunas de las organizaciones que pretenden el apellido rosicruciano; pero también de otras que, quizá por ignorancia, ni siquiera lo mencionan.

Debemos considerar, dicho lo anterior, que desde el origen de los tiempos venimos siendo bombardeados por una radiación electromagnética proveniente del Pleroma, en forma de neutrinos y otras partículas cuánticas aún no descubiertas, conocida como Metanoia y que ello posibilita que la Gnosis, la Verdad, pueda ser detectada por nuestro Ser Interno, nuestro Principio Cósmico. Es decir, todo está escrito en la Memoria de la Naturaleza, implícita en nuestro ADN, y de ahí podemos traer hacia nuestro Plano de ilusoria realidad tanto las verdades históricas como las falacias más vulgares o increíbles.

Nuestra investigación -sigue la Señora Yates-, no ha agotado el Tema, pues por supuesto no hemos visto hasta el último pedazo de papel impreso publicado durante el frenesí rosacruz, ni tampoco hemos buscado pruebas, posiblemente escondidas en documentos manuscritos o archivos. Lo único que podemos decir, con base en nuestras propias investigaciones, es que no hemos encontrado nada que demuestre la existencia de una sociedad secreta real que se llamara rosacruz y que haya estado activa como grupo organizado cuando los manifiestos fueron publicados y durante la época del frenesí. Hay numerosísimas pruebas documentales de una apasionada búsqueda de los rosacruces, pero no las hay que hayan sido encontradas nunca. Además, los manifiestos rosacruces fueron declaraciones que recibieron una enorme publicidad, ya que fueron expuestos provocativamente a la vista del mundo; consecuentemente, como el primer objetivo de una sociedad secreta debe ser impedir que su existencia se conozca, es muy raro que, de haber existido verdaderamente una sociedad secreta rosacruz, ésta se hubiese hecho una publicidad intensa. Los manifiestos parecen ser entonces proclamas de ilustración expresadas en forma de mito utópico de un mundo en el cual unos seres iluminados, que casi parecen espíritus, andan haciendo el bien, difundiendo influencias saludables, propagando el conocimiento de las ciencias naturales y las artes, y esforzándose por llevar a la humanidad al estado en que estaba en el Paraíso, antes de su caída. Así pues, el haber creído que tras estos documentos se hallaba una sociedad secreta real fue sencillamente un malentendido populachero, el cual puede haber colocado en posición muy incómoda a los autores. Juan Valentín Andreae hizo grandes esfuerzos por dejar bien claro que Cristian Rosentcreutz y su fraternidad eran ficticios.

Y sin embargo, como hemos visto, de la proclamación de los manifiestos surgió algo real: Los hermanos R.C. eran ficticios, pero sirvieron de modelo a una realidad, las Uniones Cristianas, grupos de personas que trataron de organizar sociedades.

Lo importante no es como denominamos a las cosas. La verdad siempre fue investida de diversas formas. Ha poseído muchos vestidos y otros muchos les serán colocados. Con esto queremos indicar que aunque aquí se esté tratando de un Nombre, Rosacruz, esto no quita para que la información que contiene el odre de dicho nombre no haya sido ubicada, con anterioridad, en otras vasijas que han podido denominarse de otras conocidas o desconocidas formas. Platón hablaba del Mundo de las Ideas como el verdadero Mundo y que éste, en el que nos encontramos, no sería otra cosa que el reflejo defectuoso de aquél; por lo tanto podríamos decir que la Idea Rosacruz estaba esperando que alguien le diese vida en el Mundo de los efectos y eso es lo que ha venido sucediendo desde que Valentín Andreae trajo la idea hasta nuestro Plano, hasta que por fin, a partir del Siglo XVIII  vino tomando forma en diferentes organizaciones de carácter masónico o para masónico.

La manera más correcta de estudiar esta cuestión puede ser entonces olvidarse de buscar a los supuestamente verdaderos rosacruces y preguntarse en cambio si el movimiento rosacruz era una exhortación a constituir sociedades secretas. Ya hemos visto –continúa Yates-, que existe la idea de formar una sociedad para hacer progresar la ciencia, como la que más tarde se materializó en la Real Sociedad Británica, implícita en las recomendaciones del autor de la Fama de que los hombres de ciencia deben comunicarse unos a otros los resultados de sus investigaciones, y que deben de reunirse para colaborar. ¿Estará –se pregunta la Autora-, también presente en los manifiestos la idea de constituir una sociedad secreta internacional, o por lo menos un proyecto para formarla, que sí ha tenido y tiene todavía existencia real, es decir, la masonería?

Queridos amigos y amigas, para nosotros es muy importante traer hasta este estrado las investigaciones y conclusiones provisionales de Frances A. Yates pues ratifican, punto por punto nuestra paralela investigación personal, exenta del rigor histórico que requiere cualquier incursión al pasado. Más adelante  argumentaremos como la Tradición Occidental ha llegado hasta nosotros por medio de dos vías que se van entrecruzando y realimentándose, entre sí, de forma histórica, la propia Masonería especulativa, surgida de los gremios de carpinteros y albañiles y de la Teosofía de Cornelio Agripa y Eliphas Levi renovada por Blavasky y que nos hace remontar, su sabiduría, a las civilizaciones que hasta época reciente se consideraban perdidas; pero continuemos con el esclarecedor trabajo de nuestra querida Autora Británica.

Las investigaciones históricas sobre el problema de la relación entre los rosacruces y la masonería –dice Yates- comenzaron en Alemania en el siglo XVIII, y su principal resultado, especialmente como se expone en una obra de J.G. Buhle, editada en 1804, fue publicado en inglés en un ensayo de Thomas de Quincey que apareció en 1824. Los investigadores alemanes, a pesar de estar separados del pasado por la guerra de los Treinta Años, que tantos documentos destruyó, sin embargo se encontraban en la época de Buhle más cerca del pasado que nosotros, y por ello vale la pena echar un vistazo a sus teorías, tal como nos fueron transmitidas por De Quincey, porque representan un primer intento de resolver este problema. De Quincey resume como sigue el razonamiento del libro de Buhle:

“En una broma hecha por un joven extraordinario talento a principios del siglo XVII, aunque con un propósito más elevado que el de la mayoría de las bromas, el lector encontrará que todos los misterios de la francmasonería, como existe actualmente en todo el mundo después de que han pasado más de dos siglos, están aquí (es decir, en el libro de Buhle) claramente trazados; tal es el poder de una aspiración grandiosa y capaz de benevolencia filosófica de conservar hasta las frivolidades más ociosas, como el ámbar envuelve pedazos de paja e insectos.”

En los primeros siglos del cristianismo, la verdadera enseñanza de Jesús fue desviada hacia el Dogmatismo de la Religión Oficial de la época; pero eso no quita para que la verdad subsistiera en muchas de las denominadas herejías que al parecer habrían venido de las iglesias gnóstico-herméticas de Alejandría. Dado que el desvelar la pertenencia a dichas organizaciones solo podía suponer la tortura y la muerte es lógico deducir que dichas enseñanzas se mantuvieran al margen de ojos ajenos y que podrían poner en grave peligro a creyentes y practicantes de las denominadas como herejías o hechicerías. En la época de la Fama aún permanecía activa la Inquisición y es lógico suponer que su principal Autor quisiera mantenerse al margen de su supuesta autoría de cara a la galería. Por otro lado, las mismas iglesias protestantes no eran menos estrictas en su fanatismo contra todo aquello que se confrontara con lo expuesto en las sagradas escrituras.

El Joven de tan extraordinario talento –explica Frances A. Yates como no podía ser de otro modo.- es Andreae, considerado por Buhle el verdadero autor de los manifiestos rosacruces; la broma es su relato de la fraternidad R.C., que para Buhle es el origen de la masonería. En la última fase, De Quincey hace una parodia del estilo de Bule.

De Quincey, quien embellece y transforma los argumentos que recibe de sus fuentes alemanas, sostiene que no hay ningún documento histórico que demuestre que en Alemania haya sido establecido algún colegio o logia de hermanos rosacruces. Pero está convencido de que cuando las doctrinas rosacruces llegaron a Inglaterra dieron origen a la masonería. Afirma solemnemente su convicción de que la masonería no es otra cosa que las doctrinas rosacruces tal como fueron modificadas por quienes las trasplantaron a Inglaterra, desde donde se las volvió a exportar a otros países de Europa. Según De Quincey, la principal responsabilidad de haber trasplantado a Inglaterra las doctrinas rosacruces, dándoles otro nombre, fue Robert Fludd. Las creencias y ritos masónicos relativos a la interpretación mística de la construcción del Templo de Jerusalén pueden percibirse ya en los escritos rosacruces, piensa De Quincey, aunque cuando estas doctrinas fueron llevadas a Inglaterra la masonería las agregó a las tradiciones de los gremios de albañiles. Por consiguiente, con la mayor seguridad concluye que:

“… Los primeros masones fueron una sociedad surgida de la manía rosacruz seguramente en el curso de los trece años que van de 1633 a 1646 y probablemente entre 1633 y 1640.”

Esta Teoría podría no ser enteramente correcta –continúa Yates-, pero el modo en que da por sentado un movimiento o contacto entre Inglaterra y Alemania, por medio del cual se hacían trasplantes de un país a otro, es interesante en vista de lo que ahora sabemos sobre las corrientes de pensamiento que se movían de Inglaterra a Alemania, y viceversa, a principios del siglo XVII.

Se menciona en otras partes del Libro Iluminismo Rosacruz como en aquella época hubo un permanente trasvase de información tanto del continente europeo a las Islas británicas como a la inversa y que Jhon Dee el Sabio Mago que asesorara a Isabel I, la Reina Virgen, habría permanecido, durante una época, en el reinado de Bohemia.

El origen de la masonería es uno de los temas más discutidos y discutibles de todo el campo de la investigación histórica -continúa Yates-. Hay que distinguir la historia legendaria de la masonería del problema de cuando surgió verdaderamente como institución organizada. Según las leyendas masónicas, la francmasonería es tan antigua como la misma arquitectura, pues su origen se remonta a Salomón cuando construyó el Templo y a los gremios medievales de los albañiles que levantaron las catedrales. En un momento dado, la albañilería práctica y operativa, o sea, el oficio real del constructor se convirtió en una albañilería especulativa, es decir, en la interpretación moral y mística de la construcción, y de ello surgió una sociedad secreta con ritos y enseñanzas esotéricos. Pero se ignora cuando sucedió esto con precisión histórica y cuando nacieron la estructura y la organización masónicas tal y como las conocemos en la actualidad.

Entre los escasísimos datos que se conocen acerca de los primeros tiempos de la masonería se halla la fecha de admisión de Elías Ashmole a una logia masónica: él mismo escribió en su diario que el 16 de octubre de 1646 fue admitido en una logia masónica en Warrington, en el Lancashire. Esa logia ya existía, puesto que Ashmole no fue uno de sus fundadores. También registró en su diario los nombres de otras personas admitidas al mismo tiempo que él, entre ellas su primo Henry Manswaring, puritano. Como Ashmole era monárquico, es evidente que la logia en cuestión recibía como miembros a gente de los dos partidos opuestos en la guerra civil.

La nota de Ashmole sobre la iniciación masónica, según se dice, es la noticia más antigua que se conoce de la masonería especulativa en una logia inglesa. Es significativo que este primer dato sobre la masonería se refiera precisamente al hombre cuyo conocimiento de las doctrinas rosacruces fuera expuesto en el capítulo anterior del Iluminismo Rosacruz, en el cual se vio que Ashmole copió de su puño y letra los manifiestos rosacruces, a los que agregó una carta suya, también escrita de su puño y letra, en la que expresa su admiración por los objetivos que persigue la Fraternidad y pide ser admitido en ella. Esto parece que fue solamente un ejercicio formal, como imitación de la Tradición rosacruz respecto a los manifiestos, pero que no tenía relación con ningún grupo realmente existente que se hiciera llamar rosacruz. Ahora podemos preguntarnos si el hecho de que Ashmole fuera masón influyó de alguna manera en su ejercicio rosacruz. Una posible respuesta a este problema es que citar y aprobar los manifiestos rosacruces no era prueba de que alguien fuera rosacruz (puesto que no existía tal cosa), sino de que estaba afiliado secretamente a otro grupo.

A pesar de que en general se considera que la iniciación masónica de Ashmole en octubre de 1646 es el hecho documentado más antiguo, hay en realidad otro anterior y muy autentificado. Se trata de la admisión de Robert Moray a la logia masónica de Edimburgo, que tuvo lugar el 20 de mayo de 1641. Probablemente Moray hizo más que ningún otro individuo para lograr la fundación de la Real Sociedad y para persuadir a Carlos II de que la estableciera concediéndole su patrocinio. También le interesaban enormemente la alquimia y la química. Así pues resulta que las dos personas de las que tenemos verdaderas pruebas documentales más antiguas relativas a las logias masónicas fueron ambas miembros fundadores de la Real Sociedad: Moray y Ashmole.

No hay que obviar, no obstante la falta de vestigios históricos irrefutables, el indudable encuentro que en la Edad Media se diera entre los Pobres Caballeros de Cristo (Templarios) y las sectas gnósticas que habían sobrevivido a la persecución de la Iglesia Oficial, en el Oriente Medio y entre las que se encontrarían los Herméticos alejandrinos, en la rama cristiana, los Jasiditas en la judía y el Sufismo en la vía religiosa islámica chií.

Es pues evidente –sigue Frances A. Yates-, que la organización masónica existía por lo menos desde veinte años antes de que, en 1660, fuera fundada la Royal Society. Respecto a fechas anteriores es difícil encontrar documentos fidedignos.

No obstante, existe una referencia indirecta de 1638 al hecho de que comúnmente se relacionaba la idea de los rosacruces con la de la masonería. La mención más antigua que se conoce de la palabra del masón se representa en un poema publicado en Edimburgo en 1638, en el cual se habla de Perth y sus cercanías donde se dice lo siguiente:

“Porque lo anunciamos no es nada grosero/ Porque somos hermanos de la Rósea Cruz/ Tenemos la palabra del masón y una segunda vista/ Podemos predecir correctamente las cosas que vendrán…”

Quizá los hermanos de la Rósea Cruz son aquí una especie de hadas, de espíritus que conceden el don de una segunda vista, pero de todas formas es interesante que esta referencia tal vez puramente poética o literaria de los hermanos de la Rósea cruz figure en la primera mención impresa de la palabra masónica.

La primera referencia impresa a masones aceptados se encuentra en un opúsculo masónico de 1676, que dice:

“Se avisa que la Asociación Moderna del Listón Verde, junto con la antigua Hermandad de la Rósea Cruz, de los adeptos Herméticos y de los Masones Aceptados, tienen la intención de cenar todos juntos el próximo 31 de noviembre…”

A continuación se describe un cómico menú, y se aconseja a los que piensen asistir a la cena que se pongan anteojos, porque si no, se cree que las mencionadas sociedades (como hasta ahora han hecho) se presenten invisibles. Esta referencia es interesante, pue simplifica la existencia de toda una serie de sociedades esotéricas –dos de las cuales son los Rosacruces y los masones- cuyos miembros evidentemente son diferentes, pero que tienen suficiente en común como para que resulte natural que cenen juntos. El viejo chiste de la invisibilidad enlaza esta referencia con la antigua tradición rosacruz.

De nuevo, mucho más tarde, en 1750, se hizo en una carta la siguiente declaración:

“Los masones ingleses han copiado de los rosacruces algunas ceremonias, y dicen que se derivan de aquéllos y que son lo mismo que ellos”

Estamos en una fecha muy tardía de mediados del siglo XVIII, época en que se inició en la masonería un nuevo grado o conjunto de ritos, parece que en Francia, que recibieron el nombre de grado rosacruz. Aparentemente su mística era sin lugar a dudas cristiana (Seguía una dirección más claramente cristiana que la mística deísta de los otros grados) y quizá recibió la influencia del misticismo de las órdenes de caballería. Tal vez esto sea una especie de aceptación, aunque muy tardía, dentro de la misma tradición masónica, de la idea de que rosacruces y masones tienen relación entre sí.

Los templarios debieron aunar, las originales doctrinas que encontraron, en una especie de sincretismo esotérico que fue llevado hasta Europa por sus miembros itinerantes y aquí enraizó en el tejido civil mediante una serie de sociedades secretas como los Fidele D´Amore, a la que perteneciera el propio Dante Alighieri y donde se sumarían al cristianismo gnóstico primitivo, aún existente aunque minoritario por razones obvias de autoprotección, los albigenses o cátaros, los hugonotes y los valdenses.

Estas indicaciones y tradiciones tardías, por más que sean interesantes no pueden tomarse como base para iluminar el periodo de que nos hemos ocupado –dice Yates-, o sea, de los primeros decenios del siglo XVII, cuando las ideas rosacruces fueron dadas a la publicidad por medio de los manifiestos. Nos seguimos haciendo la misma pregunta: ¿Existieron en aquella época en realidad los rosacruces como organización secreta?

La Religión Oficial Católico Romana tuvo una reacción violenta ante la invasión de las que parecían las nuevas ideas y que no resultaban ser otras que las no tan nuevas; pero sí originales y puras de la Sabiduría ancestral. Fue más una cuestión Política que Religiosa, con la finalidad de acaparar propiedades y territorios por parte del Rey Frances Felipe el Hermoso, quien tenía secuestrado al Papa en Aviñón y lo usaba a su antojo como una marioneta, lo que provocó la forzada extinción de los Caballeros Templarios y la persecución y exterminio sin tregua, mediante el fuego, de los denominados como Cátaros o Puros y a su obispos, los Perfectos. Los Caballeros templarios que pudieron huir del holocausto se trasladaron a Holanda, España y Portugal de donde algunos, bien armados y pertrechados, pasaron a Tierras escocesas donde se refugiarían en las logias de los masones operativos de las islas británicas.

La pregunta quizá ha variado un poco desde que al principio del presente capítulo del Iluminismo Rosacruz respondimos negativamente. Podemos ampliarla de la siguiente manera –nos propone la Autora del Iluminismo Rosacruz-; si no había rosacruces, ¿había quizás en el ambiente algo así como un movimiento masónico o pre masónico primitivo?

La historia legendaria de la albañilería, del verdadero arte de construir, se cuenta en algunos poemas medievales (con fecha cercana a 1400), que según los francmasones modernos son documentos de la antigua masonería operativa, la del oficio y el gremio, de la cual pretende derivarse la francmasonería o masonería especulativa. En estas Constituciones Manuscritas de la Masonería, como se llaman esos escritos, la albañilería, la construcción o la arquitectura, se identifican con la geometría. Un relato afirma que la geometría fue descubierta antes del Diluvio, y otro dice que Abrahán enseñó geometría a los egipcios. En otra versión de la invención de la geometría derivada de una fuente clásica (Diódoro Sículo), se dice que la geometría fue inventada por los egipcios para poder controlar las inundaciones del Nilo. Esta invención se atribuye a Thoth-Hermes, o sea a Hermes Trimegisto, a quien se identifica con Euclides. De esta manera, los orígenes de la geometría y de la albañilería, y por consiguiente de la masonería, se pierden en un lejanísimo pasado hebreo o egipcio, rodeados de místicos que se relacionan claramente con la concepción renacentista de la antigua sabiduría de los Prisci Theologi o Prístinos Teólogos, donde halla su fuente toda la verdadera sabiduría. En la mitología masónica, la verdadera sabiduría antigua se conservaba en la geometría del Templo, construido por Salomón con la ayuda de Hiram, rey de Tiro. Se creía que el arquitecto del Templo era un cierto Hiram Abif (No Hiram el Rey), cuyo martirio es tema de una representación simbólica en los ritos masónicos.

La fuente oficial de la mitología e historia mística masónicas parecen ser las Constituciones de los Francmasones, publicadas en inglés por James Anderson, que no era masón, en 1725 y que según tenemos entendido todavía se consideran un documento de gran autoridad para la historia masónica por parte de algunas de las obediencias. Contiene una declaración que debe leerse durante el rito de admisión de un nuevo miembro, que comienza diciendo lo siguiente:

“Adán, nuestro primer padre, creado a imagen y semejanza de Dios, el Gran Arquitecto del Universo, debe haber tenido escritas en su corazón las ciencias liberales, especialmente la geometría, porque desde la Caída encontramos los principios de ésta en el corazón de su prole…”

La historia de la geometría es pues buscada e identificada en todo el curso de la Biblia, hasta culminar con la construcción del Templo de Salomón.

Pero no hay que olvidar que el Reverendo Presbiteriano Anderson, en uno de sus escritos propios, se lamentara de que algunos miembros laboriosos y abnegados de la Nueva Obediencia, “en un exceso de celo, se dedicaran a destruir algunos de los más importantes papeles que demostraban la verdadera filiación de la masonería especulativa moderna” decimos nosotros, gracias a documentos que han venido surgiendo a posteriori, con las logias escocesas de masones aceptados, descendencia directa de la Masonería puramente operativa, y que supuestamente fuesen formadas por la familia Estuardo y algunos de sus protegidos caballeros templarios.

Como casi todas las historias de la masonería –sigue la Autora del Iluminismo Rosacruz-, las Constituciones, después de hablar de la construcción, de los constructores y de los edificios que figuran en la Biblia, pasan a ocuparse de la arquitectura no bíblica. En primer lugar, el arte real de la arquitectura se difundió de los judíos a los griegos, luego lo aprendió Roma, que se convirtió en el centro del saber y del  poder imperial, llegando a su cenit con Cesar Augusto, bajo cuyo reinado nació el Mesías de Dios, Gran Arquitecto de la Iglesia. Augusto patrocinó al gran Vitrubio, hasta el día de hoy padre de todos los verdaderos arquitectos. Augusto fue Gran Maestro de la logia masónica de Roma y creó el estilo augusteo.

La historia pasa luego rápidamente por la pérdida de la masonería romana con las invasiones bárbaras, y el advenimiento del estilo gótico, mencionando que en los tiempos de la ignorancia a veces se condenaba por nigromancia a la geometría.

Refiriéndose ya a los tiempos modernos o más recientes, el relato afirma que la reina Isabel I (La Hija de Enrique VIII)  no fue favorable a la arquitectura, pero que el Rey Jacobo revivió las logias inglesas y rescató la arquitectura romana de la ignorancia gótica. En Italia, brillantes arquitectos habían revivido el estilo clásico que fue restaurado sobre todo por el gran Palladio, cuyo rival en Inglaterra es nuestro gran Maestro Albañil Íñigo Jones. Carlos I también patrocinó a Mr. Jones, a quien se presenta como un indudable francmasón, al igual que Carlos II. Se menciona elogiosamente a sir Christopher Wren, arquitecto de la catedral de San Pablo en Londres.

Pero a fin de cuentas, esta historia no aclara el punto sobre el cual es tan necesario tener informes definitivos: ¿Cuándo se fundó la masonería moderna como sociedad secreta organizada? La mayoría de los libros que tratan de la masonería confunden la arquitectura bíblica, los relatos legendarios, la historia de la arquitectura en general y la historia de la masonería, tal como indica James Anderson en las constituciones de 1725. Pero parece probable –y esto es algo que hacen ver los historiadores masones- que la especie especulativa de masonería y su gradual separación de la albañilería operativa, comenzaron cuando revivió el interés en Vitruvio y en la arquitectura clásica resucitada. Y a pesar de que Anderson no hace ninguna declaración definitiva a este respecto, parece que en su historia Iñigo Jones tiene una gran importancia, tal vez insinuando que la masonería como institución, diferenciada de la leyenda masónica, comenzó a propagarse en Inglaterra en concomitancia con la introducción y difusión del estilo augusteo por obra de Iñigo Jones.

Se advierte una curiosa laguna en la historia masónica: ¿por qué no se menciona a Jhon Dee, el célebre filósofo hermético y autor de un famoso prefacio para la traducción inglesa de la obra de Euclides, en el cual elogiaba al gran Vitruvio y exhortaba a luchar por el renacimiento de Euclides, de la arquitectura y de todas las artes matemáticas? La edición inglesa de Euclides, con el prólogo de Dee, fue publicada en 1570, y con seguridad fue un monumento sumamente memorable para el sagrado arte de la geometría y el heraldo del renacimiento de la arquitectura clásica en Inglaterra muchos años antes de Iñigo Jones. Es difícil creer que los masones no conocieran el prólogo de Dee a la obra de Euclides, que contiene tantas citas a Vitruvio, y en verdad es bastante claro que James Anderson sí lo conocía, pues en más de una ocasión casi parece que lo está citando textualmente. Compárense por ejemplo las palabras con las que Anderson describe el reinado de Augusto como la época en la que nació el Mesías de Dios, Gran Arquitecto de la Iglesia, con las palabras de Dee sobre Augusto “en cuyos días nació nuestro Celestial Arquimaestro”. Se queda uno con la impresión de que Dee fue puesto deliberadamente fuera de la historia oficial de la masonería. ¿Cuál puede ser la razón de esta omisión? Quizá la misma por la cual con tanta frecuencia se evitaba pronunciar su nombre: Su fama de hechicero y la publicación condenatoria de Meric Casaubon. Aunque es sumamente irónico que en su prefacio el mismo Dee deplore la acusación de hechicería que le hacen los ignorantes, exactamente como Anderson en las Constituciones afirma que en los tiempos de ignorancia a veces se condenaba por nigromancia a la geometría.

Hay pues aquí una cuestión que dilucidar: ¿Qué relación tiene este tema con nuestro problema acerca de las doctrinas rosacruces y la masonería?

No tenemos respuestas claras que dar a estas preguntas, pues como aclaramos al comenzar este capítulo, del Iluminismo Rosacruz, el presente libro no se orienta primordialmente hacia el problema de las sociedades secretas. Todo lo que podemos hacer es tratar de indicar que los movimientos históricos aquí descritos pueden abrir nuevos caminos por los cuales los investigadores del futuro pueden ir a buscar nuevas pruebas documentales.

Supongamos –como pura y simple hipótesis, como posible camino histórico por el que puedan moverse los futuros investigadores- que en la Inglaterra Isabelina haya surgido la idea de algo semejante a lo que después fue la masonería, relacionada con los cultos de la reina y de la tradición de Dee, y a la cual se asoció a Philip Sidney. En la Inglaterra Isabelina, que se mantenía unida por un espíritu caballeresco revivido y por ciertos movimientos esotéricos renacentistas, y que así logró organizarse espiritualmente para resistir a un enemigo peligroso, parece posible que existieran agrupaciones secretas. Cuando estos movimientos se trasladaron al extranjero, en el séquito del elector Palatino, Federico, y de su esposa Estuardo ¿no pueden haberse llevado entre otras cosas no solo las ideas caballerescas y alquímicas inglesas atribuidas a Dee, sino también la idea de una especie de pre masonería, inspirada parcialmente en el mismo John Dee, del mismo modo que inspiró tantas otras cosas en aquellos movimientos? Habría que buscar las posibles ideas místicas masónicas que pueden estar contenidas en los escritos del grupo rosacruz, especialmente de Maier y Andreae; pero por el momento no sería fácil diferenciarlas de la mística renacentista en general.

El problema se complica por el hecho de que, aunque parezca más que probable que las sociedades secretas se estuvieran desarrollando por las presiones de la época, no se sabe  cuántas de estas sociedades puedan haber existido, ni como se relacionaban entre sí, si es que existía tal relación.

Como ya se ha dicho, todos los movimientos secretos de fines del siglo XVI pueden haber sentido una simpatía secreta por el que se desarrolló teniendo en su centro al Elector Palatino. Sabemos que a fines del siglo XVI, debido a la situación imperante en los Países Bajos se organizó la Familia de Amor, sociedad secreta de indudable existencia real. También sabemos que muchas personas muy conocidas eran secretamente miembros de esta secta o Sociedad Secreta, que permitía que sus miembros aparentaran formar parte de alguna iglesia mientras secretamente estaban afiliados a la Familia. Estas actitudes de la Familia del Amor se parecen algo a las de la masonería. Sabemos que entre los editores muchos eran secretamente miembros de dicha Familia, y que, por ejemplo, plantin, el gran impresor de Amberes, no solo era miembro de esta secta, sino que le hizo propaganda con entusiasmo por medio de la publicación de las obras de quienes le tenían simpatía. Ya hemos indicado que la familia De Bry, impresores que tenían relación con la firma de Plantín, quizá era familista, y que la decisión de trasladar la sede de la empresa a territorio palatino, a Oppenheim, donde publicó obras de personas interesadas en el fenómeno Rosacruz –Fludd y Maier- quizá puede haberse debido a una simpatía secreta por los movimientos que tenían lugar en esos siglos en el Palatinado.

Los Templarios masones aceptados colaborarían con la Casa de los Estuardo para recuperar el Trono de Inglaterra y cuando la Dinastía defenestrada tuvo que exiliarse en Francia también lo hicieron los propios caballeros que le habían jurado fidelidad a los Estuardo. Con el tiempo, estas logias, dieron lugar a las actuales masonería francesa y escocesa.

Repetimos –sigue diciendo Frances A. Yates- nuestra opinión de que en el movimiento rosacruz se pueden encontrar influencias de Giordano Bruno, filósofo intensamente hermético que a fines del siglo XVI propagó por toda Europa un movimiento reformista esotérico. Este movimiento propugnaba una reforma general del mundo, como un regreso a la religión egipcia y a la magia buena. Bruno quizá formó en Alemania una Sociedad secreta, los Giorianisti; había visitado Inglaterra donde probablemente conociera a Sidney, demostrando su simpatía por los aspectos más esotéricos del culto caballeresco isabelino. También aquí tenemos una posible influencia sobre las doctrinas rosacruces mezclada con otras influencias.

Podría decirse que las influencias familistas posiblemente representaban una corriente secreta originaria de los Países Bajos, que un movimiento encabezado por Giordano Bruno, podía estimular el nacimiento de movimientos secretos en Italia, y que todas estas influencias tal vez coexistieron con un movimiento esotérico de origen Inglés, fuertemente influenciado por Jhon Dee, que se aprestaba en los inicios de un gran esfuerzo en favor de la liberación de Europa del Yugo católico e imperial, colocando en el trono de Bohemia a Federico del Palatinado.

Tras tanta tropelía de parte de la Religión oficial, aunada a los intereses particulares que se sumaron a las ideas luteranas primero y calvinistas después, se produjo la Reforma Protestante, donde las no tan nuevas ideas de Lutero se amalgaman con las ya viejas de los valdenses que se habían mantenido en la sombra del ostracismo autoimpuesto por mera cuestión de supervivencia. Es en ese convulso panorama donde surgió la Fama Fraternitatis de los Rosa Cruces, en un intento, frustrado, de formar una confederación de países protestantes que pudieran enfrentar al omnímodo y poderoso imperio austro húngaro hispano, que imponía el Catolicismo en Europa por Orden de su Santidad el Papa.

Todas éstas, obviamente. Son especulaciones a tientas –nos dice Yates-, sugerencias posibilistas e hipotéticas, pero es necesario hacerlas para señalar las dificultades que presenta el tema de la supuesta relación entre rosacrucismo y masonería. Sabemos que la época de fines del siglo XVI y principio del XVII fue una edad de sociedades secretas, pero no sabemos cómo se relacionaban unas con otras, ni en qué se diferenciaban entre sí. El documento inglés de 1676 ya mencionado habla de una cena de la Asociación del Listón verde con la Hermandad de la Rosacruz, los Adeptos Herméticos  los Masones Aceptados, cuya característica común era la invisibilidad. Tal vez este fragmento represente tradiciones anteriores de lo que podría denominarse la intercomunión de las sociedades secretas, aunque en tiempos anteriores y más terribles, semejantes relaciones podrían haber sido mortalmente peligrosas.

Si dentro de esta compleja situación secreta del movimiento rosacruz alemán hubo una influencia esotérica de origen Inglés quizá derivada de un movimiento masónico relacionado de algún modo con Dee, y con el cual se combinaron influencias de los ideales caballerescos ingleses para crear el nombre de Rosa Cruz, es posible que tras los misteriosos manifiestos hubiera algo real, algo parecido a un movimiento pre masónico.

Permítasenos señalar de nuevo que estas especulaciones a tientas no pretenden ser más que hipótesis que guíen a los futuros investigadores por un camino científico-histórico todavía inexplorado por los que se interesan en la historia de la masonería primitiva; pues nadie que sepamos ha tratado el asunto de la influencia inglesa sobre el movimiento rosacruz alemán.

Si tales influencias fueron de Inglaterra a Alemania a principio del siglo XVII (llegando también por medio de la misión de Dee en Bohemia), ¿Cuándo habrá regresado, de nuevo, a Inglaterra? Pues seguramente después de la catástrofe de 1620, es indudable que se debe haber generado un intenso movimiento de lealtad y simpatía hacia los reyes de Bohemia, por los terribles acontecimientos que los obligaron a vivir exiliados en la Haya durante largos años.

El Movimiento, no sabemos si Organización, Rosacruz fue liderado, entre otros, por Valentín Andreae, Michel Maier, Cristopher Besold y otros. Fracasado el Proyecto, dado que el monarca Ingles no quiso entrar en conflicto con la corona española, a pesar de estar casada su hija Isabel con Federico el Elector Palatino primero y efímero Rey de Bohemia después, cruzó el charco de manos del Dr. Robert Flud, cuya influencia sería decisiva junto a Elías Asmole en la transformación de la masonería operativa británica con masones aceptados, en la puramente especulativa que ha llegado hasta nuestros días.

Y aquí es donde nuestra nueva perspectiva histórica –sigue exponiendo Yates-, puede ayudar indicando lo que quizá es un campo de investigación completamente virgen. En la Haya hubo movimientos rosacruces desde 1622, respecto a los cuales se conoce una cierta cantidad de material pero se podría encontrar mucho más. Es muy posible que la masonería organizada haya encontrado en la Haya las condiciones adecuadas para crecer, tal vez independientemente del movimiento rosacruz o en conjunto con él, en aquella atmósfera de fidelidad a una causa perdida cuya figura central, después de la muerte del ex rey de Bohemia, era su real viuda la ex reina, Isabel Estuardo, quien durante tanto tiempo tuvo su Corte en la Haya.

Los miembros de la Casa Estuardo tuvieron la tendencia a ser vehículos de la masonería, como sin ir más lejos lo demuestra la masonería que en el siglo XVIII rodeaba a los pretendientes Estuardo al trono británico. Pero quizá hay un miembro de esa Familia cuyo ambiente no ha sido suficientemente estudiado desde este punto de vista: Isabel, ex reina de Bohemia. Isabel Estuardo tenía un carácter muy fuerte y posiblemente ejerció su gran influencia para conservar vivo una especie de monarquismo aceptable hasta para los parlamentaristas; este monarquismo tenía algo en común con el de un exiliado bohemio como Comenius, y también fue causa de la facilidad con que se llevó a cabo la restauración de Carlos II en el trono. La fácil transición regresiva de la revolución a la monarquía siempre ha sido motivo de conjuras, y se ha sospechado que la masonería no fue ajena a ella.

Por otro lado, los nuevos paradigmas surgidos del renacimiento se trasladaron del movimiento rosacruz a las nuevas instituciones científicas como la Royal Society británica, con lo cual quedaba constituido, de forma física, el conocido como Colegio Invisible, antaño de los rosacruces.

Nuestras investigaciones históricas –matiza Yates-, pues indican que la teoría de J.G. Buhle tiene algo de verdad, aunque no como él cree. Seguramente, el fenómeno europeo de la masonería tuvo relación íntima con el movimiento rosacruz.

De todas formas, esta declaración nebulosa y provisional, está todavía muy lejos de resolver el problema, pues es evidente que los dos movimientos no fueron idénticos, aunque probablemente tuvieron relación entre sí. La masonería combina una concepción esotérica de la religión con enseñanzas éticas y el énfasis en la filantropía, y de esta manera sigue el esquema de los hermanos R.C. Pero se aleja de este esquema, como ha observado Arthur Edward Waite, en cuanto que no tiene interés en reformar las artes y las ciencias, ni en la investigación científica ni en la alquimia, ni en la magia, entre otras muchas diferencias. De la gran reserva de fuerza espiritual e intelectual y de visión moral y reformadora representada por los manifiestos rosacruces, la masonería tomó un aspecto; los demás se concentraron en la Real Sociedad, en el movimiento alquímico y en otros muchos lugares. El Tema del Libro el Iluminismo Rosacruz –concluye Frances Amelia Yates-, es el Iluminismo Rosacruz, la Ilustración Rosacruz en su conjunto y en sus numerosas y multiformes manifestaciones, y en menor grado la canalización de algunos de sus aspectos hacia sociedades secretas, pues el interés en éstas ha tendido a opacar la importancia del Tema principal. Nunca sabremos, por ejemplo, si Francis Bacon fue una especie de francmasón primitivo; ni es necesario porque no tiene la menor importancia que sepamos tal cosa. Es mucho más importante identificar la influencia que ejercieron las ideas rosacruces que inventar la afiliación de cualquier personaje a una Sociedad Secreta.

Con todo, el tema estudiado en este capítulo dedicado a la relación masonería-rosacruz, el tema del secreto tiene su importancia porque conecta al Renacimiento con la iniciación de la revolución científica. Los grandes pensadores matemáticos y científicos del siglo XVII tenían muy presentes las tradiciones renacentistas del pensamiento esotérico, de la continuidad mística a partir de la sabiduría hebraica o egipcia, y de la fusión de Moisés con Hermes Trimegisto, que tanto fascinaron al Renacimiento. Estas tradiciones sobrevivieron a lo largo de aquel periodo mediante las sociedades secretas, especialmente en la masonería. De ahí que no podamos comprender totalmente a los primeros miembros de la Royal Society si no tenemos en cuenta las influencias esotéricas renacentistas que sobrevivían en sus antecedentes formativos. Por debajo o más allá de su filiación religiosa normal, veían al Gran Arquitecto del Universo, concepción religiosa totalizadora en la cual quedaba comprendido, y a la vez se alentaba, el impulso científico de explorar la Obra del Arquitecto. Y estos antecedentes esotéricos de los que no se hablaba, o sea, secretos, eran una herencia del renacimiento, de aquellas tradiciones de la magia y la cábala del misticismo hermético o hebraico que era la base del neoplatonismo desarrollado por el Renacimiento italiano.

Podemos ahora considerar la Fama un manifiesto perfecto, porque allí se combina en efecto la proclama del avance de la ciencia en una edad nueva e ilustrada con la sutil insinuación de la invisibilidad como característica distintiva de los Hermanos de la Rosacruz.

Para concluir, nosotros mismos, diremos que el gnosticismo en Europa había sido ocultado en el arca del conocimiento templario primero y de rosacruces y masones después.

El 17 de noviembre de 1875 Madame Blavasky y el Coronel Olcoth fundaron la Sociedad Teosófica en Nueva York, tras haber acometido múltiples viajes por el lejano Oriente, donde recabó la mayor parte de su conocimiento esotérico que supo bien aliñar a su erudición en filosofía griega. De todos es conocida la profunda relación que la Vieja Dama rusa tuvo con las organizaciones masónicas hasta el punto de que dentro de la propia Sociedad Teosófica surgiría una Obediencia propia, la Co masonería; que de algún modo fue el origen de la masonería mixta. La propia Blavasky repitió, hasta la saciedad, que en el arcón simbólico de la masonería se encontraba oculta la sabiduría arcana; no es de extrañar por tanto que existan dos corriente rosacrucianas que aunque en el fondo persigan un mismo fin, sin embargo, sus métodos difieren en su esencia temporal. No es que haya dos métodos rosacruces diferentes sino dos formas de ver la Realidad. Una masónica ritualista “dentro de la Francmasonería” o para masónica “en el seno de las criaturas generadas por la Golden Dawn (Aurora Dorada)” y otra mística proveniente de su previa inmersión en el pensamiento teosófico, como es el caso de las escuelas espirituales surgidas del Maestro y visionario Rudolph Steiner.

Esta Verdad, la Verdad de la Rosacruz, es la que ha venido siendo preservada con el correr de la Historia desde el origen de los tiempos, porque no podía ser de otro modo dado que la llevamos grabada a sangre y fuego dentro de lo más íntimo de nuestro ADN. Solo la Verdad y solo con la Verdad por delante es que podremos llegar a todos y cada uno de los individuos en que está fragmentada la Naturaleza humana y el propio Cosmos.

Cualquier construcción que esté fundamentada sobre los cimientos del engaño está condenada a su extinción catastrófica. Tan solo la Verdad está capacitada para abrirse camino, como un ariete, a través de los graníticos muros de la intransigencia constituida por un Sistema autodefensivo que viene trabajando, desde el principio de los tiempos, en la manipulación de nuestras mentes; sobre todo de las de los más jóvenes miembros de nuestra Especie.

El engaño, la falsedad, la mentira, están mantenidos por una fuerza de carácter centrífugo, carente de apego positivo alguno. Por el contrario, la Verdad nos viene asistida por la fuerza centrípeta del apego conocida como Amor. Tan solo el Amor puede romper las más férreas corazas y hacer que la Luz de la Gnosis despierte al inmortal Ave Fénix que mora en nuestro más profundo interior.


Aralba