Herencia
R+C de la M:.
Desde hace 35 años, estamos inmersos en una investigación de lo
histórico; pero también de la espiritualidad respecto al fenómeno Rosacruz y que
nos ha llevado a leer casi toda la literatura relacionada que se ha publicado
en castellano; pero también a incursionar de un modo menos profundo, en algunos
casos, o plenamente en otros, cuando de escuelas u organizaciones rosicrucianas
se trata.
El Universo que me he encontrado, durante todos estos años, ha sido
variopinto y multifacético. Bajo el paraguas Rosacruz se cobijan un gran grupo
de escuelas, organizaciones e incluso diminutos chiringuitos alimenticios que
pretenden, en algunos casos, ser los depositaros por herencia de las enseñanzas
de aquella supuesta Organización del Siglo XVII que empezó a conocerse gracias
a un opúsculo conocido como la Fama Fraternitatis, cuyo 400 aniversario se ha
cumplido este año de 2014.
Pero ¿Qué se encuentra detrás de la Fama Fraternitatis o Llamada de la
Fraternidad de los Rosacruces? Solo descubriendo la Verdad del pasado es como
sabremos si algunas de esas cosas que se auto denominan rosacruces, en el
presente, lo son o no. ¿Si existe algún ADN que las vincule con el movimiento
original?
No demasiado tarde, en esa búsqueda que emprendimos, encontré un
pequeño librito, de carácter histórico, y que desde entonces lo considere como
mi Libro de cabecera respecto de la Rosacruz escrito en la década de los 70 del
siglo pasado: El Iluminismo Rosacruz de Frances Amelia Yates. Sería estúpido de
nuestra parte, existiendo tan magnífico trabajo que me dedicara a copiar y
tergiversar dicha obra para parecer propia o trabajar de memoria obviando
lugares y fechas que deslucirían un trabajo serio, como es el de la presente
Conferencia. Por lo tanto, sepa nuestro interlocutor que lo que aquí se diga,
de forma correcta, es gracias a la impagable labor de la Creadora del
Iluminismo Rosacruz y si hubiese algo impropio o falaz se lo debéis reclamar a éste,
vuestro humilde interlocutor.
Dice Frances A. Yates en su Obra el Iluminismo Rosacruz, Capítulo XV, titulado
Los Rosacruces y la Masonería: La principal razón por la que hasta el
día de hoy no ha habido en general estudios históricos serios sobre los
manifiestos rosacruces y su influencia es, sin duda alguna, que este tema ha
sido desprestigiado completamente por los entusiastas de las sociedades
secretas. Hay una vasta cantidad de obras sobre los rosacruces que da por
segura la existencia de una sociedad secreta, fundada por Cristián
Rosentcreutz, que supuestamente ha sobrevivido hasta nuestros días sin
interrupción. En el mundo vago e incierto de los escritos llamados ocultistas,
esta idea ha producido una literatura tal que, con toda razón, no ha recibido
la más mínima atención de los historiadores serios. Y cuando, como sucede con
tanta frecuencia, en la brumosa discusión sobre los rosacruces y su historia se
introduce el elemento de los mitos masónicos, el investigador tiene la
impresión de hundirse irremediablemente en un pantano sin fondo.
Aún sin ser historiador, cualquiera con un poco de sentido común,
puede dilucidar cuando lo que le cuentan a uno se trata de algo posible o de
simple superchería. El Universo literario está repleto de trabajos
seudo-históricos que pretenden que nos creamos cosas que solo son producto de
la fantasía de su autor o en el mejor de los casos de pura especulación. Pongamos
como ejemplo el género denominado como realismo fantástico (No confundir con el
Realismo Mágico) que inauguró el célebre libro del Retorno de los Brujos de Louis
Pawells y Jackes Bergier.
Continúa Frances A. Yates: Sin embargo, quienquiera que emprenda una
investigación del fenómeno rosacruz tiene por fuerza que hacer frente a estas
cuestiones; y aunque hasta este momento en el presente libro nos hemos
concentrado en el problema de dilucidar históricamente los antecedentes de los
manifiestos rosacruces, y de seguir su curso para identificar la influencia que
ejercieron –eludiendo la cuestión de la sociedad secreta-, ha llegado el
momento de tratar de afrontar de alguna manera este aspecto del tema. Y con
todo, y a pesar de que no lleguemos a resultados seguros, debemos tratar de
descubrir por lo menos lo que se pueda ver en esta niebla desde nuestro punto
de vista, con la ventaja que nos da el conocimiento más claro de la situación
histórica en que surgieron los manifiestos rosacruces.
Queridas amigas, queridos amigos: Seguro que a muchos de vosotros os
recuerda mi Persona, quizá de tierras leonesas o de Madrid. También es muy
probable que de aquí mismo en Zaragoza, cuando compartí estudios y trabajos con
los miembros de esta Querida y Añorada Escuela de la Rosacruz Aurea, Lectorium
Rosacrucianum. Desde que comenzara nuestra andadura rosicruciana, a finales de
los setenta principio de los ochenta, de la mano de la Rosicrucian Fellowship,
La Fraternidad de Max Heindel, siempre nos ha impulsado el espíritu de la
curiosidad más profunda por encontrar el verdadero conocimiento del porqué nos
encontramos aquí, en nuestro Mundo; por lo tanto quiero indicaos, a mis amigos
y amigas, hermanos y hermanas que no esperéis de las palabras aquí expuestas
más que un espíritu racional de carácter científico e histórico; pero sin
obviar que el final último de todo esto es encontrar la verdad sobre la existencia.
Hemos tomado uno de los libros más esclarecedores respecto a la
Historia de los primeros años del Movimiento Rosacruz, El Iluminismo Rosacruz
de la Autora Británica Frances Amelia Yates; porque dicha Obra produjo en mí un
cambio de paradigmas que afianzó mis siguientes indagaciones en el terreno
firme de la racionalidad, haciéndonos huir como alma que lleva el Diablo de
cualquier tipo de pensamiento considerado como supersticioso. Vamos a seguir
dados de la mano de la Señora Yates, dado que nos parece impropio colocar nuestras
palabras allá donde ella expuso con maestría y sabiduría los principios básicos
que han conducido, durante cerca de cuarenta años, a nuestra propia búsqueda de
la Verdad.
¿Existen los rosacruces? ¿Es usted
Rosacruz? No. –Sigue Yates en su Obra-, ¿Ha conocido a algún rosacruz? No.
Cuántas veces hemos oído este diálogo, siempre con resultado negativo, al ir
estudiando las obras rosacruces. Es un debate que continúa. Un historiador de
la masonería ha dividido a los teóricos rosacruces en tres categorías: Los que
creen en la realidad de la historia de Cristian Rosencreutz y de la fundación
de la fraternidad R.C., tal como se relata en la Fama, los que consideran
puramente míticos tanto la Sociedad como a su Fundador, y los que, sin aceptar
la verdad histórica del relato de Rosentcreutz, creen en la existencia de los
rosacruces como sociedad secreta. Actualmente no hay ninguna persona seria que
crea en la verdad literal de la historia de Rosentcreutz, y Paul Arnold, en su
libro publicado en 1955, pone en duda la idea de que existiera realmente una
sociedad secreta de rosacruces, oculta en el mito.
Pudiera parecer que transcribiendo las palabras de la Señora Yates,
apostamos por la inexistencia de la Orden; pero eso sería una deducción
facilona, dado que de lo que aquí se trata es de la existencia o no, en su día,
cuando surgió la Fama, en el Siglo XVII. Independientemente de la existencia o
no de la Orden Secreta, lo que si es cierto es que se produjo un fenómeno que
dio vida a un movimiento independiente que ha venido evolucionando de múltiples
formas hasta nuestros días y cuyas criaturas son algunas de las organizaciones
que pretenden el apellido rosicruciano; pero también de otras que, quizá por
ignorancia, ni siquiera lo mencionan.
Debemos considerar, dicho lo anterior, que desde el origen de los
tiempos venimos siendo bombardeados por una radiación electromagnética
proveniente del Pleroma, en forma de neutrinos y otras partículas cuánticas aún
no descubiertas, conocida como Metanoia y que ello posibilita que la Gnosis, la
Verdad, pueda ser detectada por nuestro Ser Interno, nuestro Principio Cósmico.
Es decir, todo está escrito en la Memoria de la Naturaleza, implícita en
nuestro ADN, y de ahí podemos traer hacia nuestro Plano de ilusoria realidad
tanto las verdades históricas como las falacias más vulgares o increíbles.
Nuestra investigación -sigue la Señora Yates-,
no ha agotado el Tema, pues por supuesto no hemos visto hasta el último pedazo
de papel impreso publicado durante el frenesí rosacruz, ni tampoco hemos
buscado pruebas, posiblemente escondidas en documentos manuscritos o archivos. Lo
único que podemos decir, con base en nuestras propias investigaciones, es que
no hemos encontrado nada que demuestre la existencia de una sociedad secreta
real que se llamara rosacruz y que haya estado activa como grupo organizado cuando
los manifiestos fueron publicados y durante la época del frenesí. Hay
numerosísimas pruebas documentales de una apasionada búsqueda de los
rosacruces, pero no las hay que hayan sido encontradas nunca. Además, los
manifiestos rosacruces fueron declaraciones que recibieron una enorme
publicidad, ya que fueron expuestos provocativamente a la vista del mundo;
consecuentemente, como el primer objetivo de una sociedad secreta debe ser
impedir que su existencia se conozca, es muy raro que, de haber existido
verdaderamente una sociedad secreta rosacruz, ésta se hubiese hecho una
publicidad intensa. Los manifiestos parecen ser entonces proclamas de
ilustración expresadas en forma de mito utópico de un mundo en el cual unos
seres iluminados, que casi parecen espíritus, andan haciendo el bien,
difundiendo influencias saludables, propagando el conocimiento de las ciencias naturales
y las artes, y esforzándose por llevar a la humanidad al estado en que estaba
en el Paraíso, antes de su caída. Así pues, el haber creído que tras estos
documentos se hallaba una sociedad secreta real fue sencillamente un
malentendido populachero, el cual puede haber colocado en posición muy incómoda
a los autores. Juan Valentín Andreae hizo grandes esfuerzos por dejar bien claro
que Cristian Rosentcreutz y su fraternidad eran ficticios.
Y sin embargo, como hemos visto, de la
proclamación de los manifiestos surgió algo real: Los hermanos R.C. eran
ficticios, pero sirvieron de modelo a una realidad, las Uniones Cristianas,
grupos de personas que trataron de organizar sociedades.
Lo importante no es como denominamos a las cosas. La verdad siempre
fue investida de diversas formas. Ha poseído muchos vestidos y otros muchos les
serán colocados. Con esto queremos indicar que aunque aquí se esté tratando de
un Nombre, Rosacruz, esto no quita para que la información que contiene el odre
de dicho nombre no haya sido ubicada, con anterioridad, en otras vasijas que
han podido denominarse de otras conocidas o desconocidas formas. Platón hablaba
del Mundo de las Ideas como el verdadero Mundo y que éste, en el que nos
encontramos, no sería otra cosa que el reflejo defectuoso de aquél; por lo
tanto podríamos decir que la Idea Rosacruz estaba esperando que alguien le
diese vida en el Mundo de los efectos y eso es lo que ha venido sucediendo
desde que Valentín Andreae trajo la idea hasta nuestro Plano, hasta que por
fin, a partir del Siglo XVIII vino
tomando forma en diferentes organizaciones de carácter masónico o para masónico.
La manera más correcta de estudiar esta
cuestión puede ser entonces olvidarse de buscar a los supuestamente verdaderos
rosacruces y preguntarse en cambio si el movimiento rosacruz era una
exhortación a constituir sociedades secretas. Ya hemos visto –continúa Yates-,
que existe la idea de formar una sociedad para hacer progresar la ciencia, como
la que más tarde se materializó en la Real Sociedad Británica, implícita en las
recomendaciones del autor de la Fama de que los hombres de ciencia deben
comunicarse unos a otros los resultados de sus investigaciones, y que deben de
reunirse para colaborar. ¿Estará –se pregunta la Autora-, también presente en los manifiestos la
idea de constituir una sociedad secreta internacional, o por lo menos un
proyecto para formarla, que sí ha tenido y tiene todavía existencia real, es
decir, la masonería?
Queridos amigos y amigas, para nosotros es muy importante traer hasta
este estrado las investigaciones y conclusiones provisionales de Frances A.
Yates pues ratifican, punto por punto nuestra paralela investigación personal,
exenta del rigor histórico que requiere cualquier incursión al pasado. Más
adelante argumentaremos como la
Tradición Occidental ha llegado hasta nosotros por medio de dos vías que se van
entrecruzando y realimentándose, entre sí, de forma histórica, la propia
Masonería especulativa, surgida de los gremios de carpinteros y albañiles y de la
Teosofía de Cornelio Agripa y Eliphas Levi renovada por Blavasky y que nos hace
remontar, su sabiduría, a las civilizaciones que hasta época reciente se
consideraban perdidas; pero continuemos con el esclarecedor trabajo de nuestra
querida Autora Británica.
Las investigaciones históricas sobre el
problema de la relación entre los rosacruces y la masonería –dice Yates- comenzaron en Alemania en el siglo XVIII,
y su principal resultado, especialmente como se expone en una obra de J.G.
Buhle, editada en 1804, fue publicado en inglés en un ensayo de Thomas de
Quincey que apareció en 1824. Los investigadores alemanes, a pesar de estar
separados del pasado por la guerra de los Treinta Años, que tantos documentos
destruyó, sin embargo se encontraban en la época de Buhle más cerca del pasado
que nosotros, y por ello vale la pena echar un vistazo a sus teorías, tal como
nos fueron transmitidas por De Quincey, porque representan un primer intento de
resolver este problema. De Quincey resume como sigue el razonamiento del libro
de Buhle:
“En una broma hecha por un joven
extraordinario talento a principios del siglo XVII, aunque con un propósito más
elevado que el de la mayoría de las bromas, el lector encontrará que todos los
misterios de la francmasonería, como existe actualmente en todo el mundo
después de que han pasado más de dos siglos, están aquí (es decir, en el libro de Buhle) claramente trazados; tal es el poder de una
aspiración grandiosa y capaz de benevolencia filosófica de conservar hasta las
frivolidades más ociosas, como el ámbar envuelve pedazos de paja e insectos.”
En los primeros siglos del cristianismo, la verdadera enseñanza de
Jesús fue desviada hacia el Dogmatismo de la Religión Oficial de la época; pero
eso no quita para que la verdad subsistiera en muchas de las denominadas
herejías que al parecer habrían venido de las iglesias gnóstico-herméticas de
Alejandría. Dado que el desvelar la pertenencia a dichas organizaciones solo
podía suponer la tortura y la muerte es lógico deducir que dichas enseñanzas se
mantuvieran al margen de ojos ajenos y que podrían poner en grave peligro a
creyentes y practicantes de las denominadas como herejías o hechicerías. En la
época de la Fama aún permanecía activa la Inquisición y es lógico suponer que
su principal Autor quisiera mantenerse al margen de su supuesta autoría de cara
a la galería. Por otro lado, las mismas iglesias protestantes no eran menos
estrictas en su fanatismo contra todo aquello que se confrontara con lo
expuesto en las sagradas escrituras.
El Joven de tan extraordinario talento –explica Frances A. Yates como no podía ser de otro modo.- es
Andreae, considerado por Buhle el verdadero autor de los manifiestos
rosacruces; la broma es su relato de la fraternidad R.C., que para Buhle es el
origen de la masonería. En la última fase, De Quincey hace una parodia del
estilo de Bule.
De Quincey, quien embellece y transforma
los argumentos que recibe de sus fuentes alemanas, sostiene que no hay ningún
documento histórico que demuestre que en Alemania haya sido establecido algún
colegio o logia de hermanos rosacruces. Pero está convencido de que cuando las
doctrinas rosacruces llegaron a Inglaterra dieron origen a la masonería. Afirma
solemnemente su convicción de que la masonería no es otra cosa que las
doctrinas rosacruces tal como fueron modificadas por quienes las trasplantaron
a Inglaterra, desde donde se las volvió a exportar a otros países de Europa.
Según De Quincey, la principal responsabilidad de haber trasplantado a
Inglaterra las doctrinas rosacruces, dándoles otro nombre, fue Robert Fludd.
Las creencias y ritos masónicos relativos a la interpretación mística de la
construcción del Templo de Jerusalén pueden percibirse ya en los escritos
rosacruces, piensa De Quincey, aunque cuando estas doctrinas fueron llevadas a
Inglaterra la masonería las agregó a las tradiciones de los gremios de
albañiles. Por consiguiente, con la mayor seguridad concluye que:
“… Los primeros masones fueron una
sociedad surgida de la manía rosacruz seguramente en el curso de los trece años
que van de 1633 a 1646 y probablemente entre 1633 y 1640.”
Esta Teoría podría no ser enteramente
correcta –continúa Yates-, pero el modo en que da por sentado un
movimiento o contacto entre Inglaterra y Alemania, por medio del cual se hacían
trasplantes de un país a otro, es interesante en vista de lo que ahora sabemos
sobre las corrientes de pensamiento que se movían de Inglaterra a Alemania, y
viceversa, a principios del siglo XVII.
Se menciona en otras partes del Libro Iluminismo Rosacruz como en
aquella época hubo un permanente trasvase de información tanto del continente
europeo a las Islas británicas como a la inversa y que Jhon Dee el Sabio Mago
que asesorara a Isabel I, la Reina Virgen, habría permanecido, durante una
época, en el reinado de Bohemia.
El origen de la masonería es uno de los
temas más discutidos y discutibles de todo el campo de la investigación
histórica -continúa Yates-.
Hay que distinguir la historia legendaria de la masonería del problema de
cuando surgió verdaderamente como institución organizada. Según las leyendas
masónicas, la francmasonería es tan antigua como la misma arquitectura, pues su
origen se remonta a Salomón cuando construyó el Templo y a los gremios
medievales de los albañiles que levantaron las catedrales. En un momento dado,
la albañilería práctica y operativa, o sea, el oficio real del constructor se
convirtió en una albañilería especulativa, es decir, en la interpretación moral
y mística de la construcción, y de ello surgió una sociedad secreta con ritos y
enseñanzas esotéricos. Pero se ignora cuando sucedió esto con precisión
histórica y cuando nacieron la estructura y la organización masónicas tal y
como las conocemos en la actualidad.
Entre los escasísimos datos que se
conocen acerca de los primeros tiempos de la masonería se halla la fecha de
admisión de Elías Ashmole a una logia masónica: él mismo escribió en su diario
que el 16 de octubre de 1646 fue admitido en una logia masónica en Warrington,
en el Lancashire. Esa logia ya existía, puesto que Ashmole no fue uno de sus
fundadores. También registró en su diario los nombres de otras personas
admitidas al mismo tiempo que él, entre ellas su primo Henry Manswaring,
puritano. Como Ashmole era monárquico, es evidente que la logia en cuestión
recibía como miembros a gente de los dos partidos opuestos en la guerra civil.
La nota de Ashmole sobre la iniciación
masónica, según se dice, es la noticia más antigua que se conoce de la
masonería especulativa en una logia inglesa. Es significativo que este primer
dato sobre la masonería se refiera precisamente al hombre cuyo conocimiento de
las doctrinas rosacruces fuera expuesto en el capítulo anterior del Iluminismo
Rosacruz, en el cual se vio que Ashmole copió de su puño y letra los manifiestos
rosacruces, a los que agregó una carta suya, también escrita de su puño y
letra, en la que expresa su admiración por los objetivos que persigue la
Fraternidad y pide ser admitido en ella. Esto parece que fue solamente un
ejercicio formal, como imitación de la Tradición rosacruz respecto a los
manifiestos, pero que no tenía relación con ningún grupo realmente existente
que se hiciera llamar rosacruz. Ahora podemos preguntarnos si el hecho de que
Ashmole fuera masón influyó de alguna manera en su ejercicio rosacruz. Una
posible respuesta a este problema es que citar y aprobar los manifiestos
rosacruces no era prueba de que alguien fuera rosacruz (puesto que no existía
tal cosa), sino de que estaba afiliado secretamente a otro grupo.
A pesar de que en general se considera
que la iniciación masónica de Ashmole en octubre de 1646 es el hecho
documentado más antiguo, hay en realidad otro anterior y muy autentificado. Se
trata de la admisión de Robert Moray a la logia masónica de Edimburgo, que tuvo
lugar el 20 de mayo de 1641. Probablemente Moray hizo más que ningún otro
individuo para lograr la fundación de la Real Sociedad y para persuadir a
Carlos II de que la estableciera concediéndole su patrocinio. También le
interesaban enormemente la alquimia y la química. Así pues resulta que las dos personas
de las que tenemos verdaderas pruebas documentales más antiguas relativas a las
logias masónicas fueron ambas miembros fundadores de la Real Sociedad: Moray y
Ashmole.
No hay que obviar, no obstante la falta de vestigios históricos
irrefutables, el indudable encuentro que en la Edad Media se diera entre los Pobres
Caballeros de Cristo (Templarios) y las sectas gnósticas que habían sobrevivido
a la persecución de la Iglesia Oficial, en el Oriente Medio y entre las que se
encontrarían los Herméticos alejandrinos, en la rama cristiana, los Jasiditas
en la judía y el Sufismo en la vía religiosa islámica chií.
Es pues evidente –sigue Frances A. Yates-, que
la organización masónica existía por lo menos desde veinte años antes de que,
en 1660, fuera fundada la Royal Society. Respecto a fechas anteriores es
difícil encontrar documentos fidedignos.
No obstante, existe una referencia
indirecta de 1638 al hecho de que comúnmente se relacionaba la idea de los
rosacruces con la de la masonería. La mención más antigua que se conoce de la
palabra del masón se representa en un poema publicado en Edimburgo en 1638, en
el cual se habla de Perth y sus cercanías donde se dice lo siguiente:
“Porque lo anunciamos no es nada grosero/
Porque somos hermanos de la Rósea Cruz/ Tenemos la palabra del masón y una
segunda vista/ Podemos predecir correctamente las cosas que vendrán…”
Quizá los hermanos de la Rósea Cruz son
aquí una especie de hadas, de espíritus que conceden el don de una segunda vista,
pero de todas formas es interesante que esta referencia tal vez puramente
poética o literaria de los hermanos de la Rósea cruz figure en la primera
mención impresa de la palabra masónica.
La primera referencia impresa a masones
aceptados se encuentra en un opúsculo masónico de 1676, que dice:
“Se avisa que la Asociación Moderna del
Listón Verde, junto con la antigua Hermandad de la Rósea Cruz, de los adeptos
Herméticos y de los Masones Aceptados, tienen la intención de cenar todos
juntos el próximo 31 de noviembre…”
A continuación se describe un cómico
menú, y se aconseja a los que piensen asistir a la cena que se pongan anteojos,
porque si no, se cree que las mencionadas sociedades (como hasta ahora han
hecho) se presenten invisibles. Esta referencia es interesante, pue simplifica
la existencia de toda una serie de sociedades esotéricas –dos de las cuales son
los Rosacruces y los masones- cuyos miembros evidentemente son diferentes, pero
que tienen suficiente en común como para que resulte natural que cenen juntos. El
viejo chiste de la invisibilidad enlaza esta referencia con la antigua
tradición rosacruz.
De nuevo, mucho más tarde, en 1750, se
hizo en una carta la siguiente declaración:
“Los masones ingleses han copiado de los
rosacruces algunas ceremonias, y dicen que se derivan de aquéllos y que son lo
mismo que ellos”
Estamos en una fecha muy tardía de
mediados del siglo XVIII, época en que se inició en la masonería un nuevo grado
o conjunto de ritos, parece que en Francia, que recibieron el nombre de grado
rosacruz. Aparentemente su mística era sin lugar a dudas cristiana (Seguía una
dirección más claramente cristiana que la mística deísta de los otros grados) y
quizá recibió la influencia del misticismo de las órdenes de caballería. Tal
vez esto sea una especie de aceptación, aunque muy tardía, dentro de la misma
tradición masónica, de la idea de que rosacruces y masones tienen relación
entre sí.
Los templarios debieron aunar, las originales doctrinas que
encontraron, en una especie de sincretismo esotérico que fue llevado hasta
Europa por sus miembros itinerantes y aquí enraizó en el tejido civil mediante
una serie de sociedades secretas como los Fidele D´Amore, a la que perteneciera
el propio Dante Alighieri y donde se sumarían al cristianismo gnóstico
primitivo, aún existente aunque minoritario por razones obvias de
autoprotección, los albigenses o cátaros, los hugonotes y los valdenses.
Estas indicaciones y tradiciones tardías,
por más que sean interesantes no pueden tomarse como base para iluminar el
periodo de que nos hemos ocupado –dice Yates-, o sea, de los
primeros decenios del siglo XVII, cuando las ideas rosacruces fueron dadas a la
publicidad por medio de los manifiestos. Nos seguimos haciendo la misma
pregunta: ¿Existieron en aquella época en realidad los rosacruces como
organización secreta?
La Religión Oficial Católico Romana tuvo una reacción violenta ante la
invasión de las que parecían las nuevas ideas y que no resultaban ser otras que
las no tan nuevas; pero sí originales y puras de la Sabiduría ancestral. Fue
más una cuestión Política que Religiosa, con la finalidad de acaparar
propiedades y territorios por parte del Rey Frances Felipe el Hermoso, quien
tenía secuestrado al Papa en Aviñón y lo usaba a su antojo como una marioneta,
lo que provocó la forzada extinción de los Caballeros Templarios y la
persecución y exterminio sin tregua, mediante el fuego, de los denominados como
Cátaros o Puros y a su obispos, los Perfectos. Los Caballeros templarios que
pudieron huir del holocausto se trasladaron a Holanda, España y Portugal de
donde algunos, bien armados y pertrechados, pasaron a Tierras escocesas donde
se refugiarían en las logias de los masones operativos de las islas británicas.
La pregunta quizá ha variado un poco
desde que al principio del presente capítulo del Iluminismo Rosacruz respondimos
negativamente. Podemos ampliarla de la siguiente manera –nos propone la Autora del Iluminismo
Rosacruz-; si no había rosacruces, ¿había quizás en el ambiente
algo así como un movimiento masónico o pre masónico primitivo?
La historia legendaria de la albañilería,
del verdadero arte de construir, se cuenta en algunos poemas medievales (con
fecha cercana a 1400), que según los francmasones modernos son documentos de la
antigua masonería operativa, la del oficio y el gremio, de la cual pretende
derivarse la francmasonería o masonería especulativa. En estas Constituciones
Manuscritas de la Masonería, como se llaman esos escritos, la albañilería, la
construcción o la arquitectura, se identifican con la geometría. Un relato
afirma que la geometría fue descubierta antes del Diluvio, y otro dice que
Abrahán enseñó geometría a los egipcios. En otra versión de la invención de la
geometría derivada de una fuente clásica (Diódoro Sículo), se dice que la
geometría fue inventada por los egipcios para poder controlar las inundaciones
del Nilo. Esta invención se atribuye a Thoth-Hermes, o sea a Hermes Trimegisto,
a quien se identifica con Euclides. De esta manera, los orígenes de la
geometría y de la albañilería, y por consiguiente de la masonería, se pierden
en un lejanísimo pasado hebreo o egipcio, rodeados de místicos que se
relacionan claramente con la concepción renacentista de la antigua sabiduría de
los Prisci Theologi o Prístinos Teólogos, donde halla su fuente toda la
verdadera sabiduría. En la mitología masónica, la verdadera sabiduría antigua
se conservaba en la geometría del Templo, construido por Salomón con la ayuda
de Hiram, rey de Tiro. Se creía que el arquitecto del Templo era un cierto
Hiram Abif (No Hiram el Rey), cuyo martirio es tema de una representación
simbólica en los ritos masónicos.
La fuente oficial de la mitología e
historia mística masónicas parecen ser las Constituciones de los Francmasones,
publicadas en inglés por James Anderson, que no era masón,
en 1725 y que según tenemos entendido todavía se consideran un documento de
gran autoridad para la historia masónica por parte de algunas de las
obediencias. Contiene una declaración que
debe leerse durante el rito de admisión de un nuevo miembro, que comienza
diciendo lo siguiente:
“Adán, nuestro primer padre, creado a
imagen y semejanza de Dios, el Gran Arquitecto del Universo, debe haber tenido
escritas en su corazón las ciencias liberales, especialmente la geometría,
porque desde la Caída encontramos los principios de ésta en el corazón de su
prole…”
La historia de la geometría es pues
buscada e identificada en todo el curso de la Biblia,
hasta culminar con la construcción del Templo de Salomón.
Pero no hay que olvidar que el Reverendo Presbiteriano Anderson, en
uno de sus escritos propios, se lamentara de que algunos miembros laboriosos y
abnegados de la Nueva Obediencia, “en un exceso de celo, se dedicaran a
destruir algunos de los más importantes papeles que demostraban la verdadera
filiación de la masonería especulativa moderna” decimos nosotros, gracias a
documentos que han venido surgiendo a posteriori, con las logias escocesas de masones
aceptados, descendencia directa de la Masonería puramente operativa, y que
supuestamente fuesen formadas por la familia Estuardo y algunos de sus protegidos
caballeros templarios.
Como casi todas las historias de la
masonería –sigue la Autora
del Iluminismo Rosacruz-, las Constituciones, después de hablar
de la construcción, de los constructores y de los edificios que figuran en la
Biblia, pasan a ocuparse de la arquitectura no bíblica. En primer lugar, el
arte real de la arquitectura se difundió de los judíos a los griegos, luego lo
aprendió Roma, que se convirtió en el centro del saber y del poder imperial, llegando a su cenit con Cesar
Augusto, bajo cuyo reinado nació el Mesías de Dios, Gran Arquitecto de la
Iglesia. Augusto patrocinó al gran Vitrubio, hasta el día de hoy padre de todos
los verdaderos arquitectos. Augusto fue Gran Maestro de la logia masónica de
Roma y creó el estilo augusteo.
La historia pasa luego rápidamente por la
pérdida de la masonería romana con las invasiones bárbaras, y el advenimiento
del estilo gótico, mencionando que en los tiempos de la ignorancia a veces se
condenaba por nigromancia a la geometría.
Refiriéndose ya a los tiempos modernos o
más recientes, el relato afirma que la reina Isabel I (La Hija de Enrique VIII) no fue favorable a la arquitectura, pero que
el Rey Jacobo revivió las logias inglesas y rescató la arquitectura romana de
la ignorancia gótica. En Italia, brillantes arquitectos habían revivido el
estilo clásico que fue restaurado sobre todo por el gran Palladio, cuyo rival
en Inglaterra es nuestro gran Maestro Albañil Íñigo Jones. Carlos I también
patrocinó a Mr. Jones, a quien se presenta como un indudable francmasón, al
igual que Carlos II. Se menciona elogiosamente a sir Christopher Wren,
arquitecto de la catedral de San Pablo en Londres.
Pero a fin de cuentas, esta historia no
aclara el punto sobre el cual es tan necesario tener informes definitivos:
¿Cuándo se fundó la masonería moderna como sociedad secreta organizada? La
mayoría de los libros que tratan de la masonería confunden la arquitectura
bíblica, los relatos legendarios, la historia de la arquitectura en general y
la historia de la masonería, tal como indica James Anderson en las
constituciones de 1725. Pero parece probable –y esto es algo que hacen ver los
historiadores masones- que la especie especulativa de masonería y su gradual
separación de la albañilería operativa, comenzaron cuando revivió el interés en
Vitruvio y en la arquitectura clásica resucitada. Y a pesar de que Anderson no
hace ninguna declaración definitiva a este respecto, parece que en su historia
Iñigo Jones tiene una gran importancia, tal vez insinuando que la masonería
como institución, diferenciada de la leyenda masónica, comenzó a propagarse en
Inglaterra en concomitancia con la introducción y difusión del estilo augusteo
por obra de Iñigo Jones.
Se advierte una curiosa laguna en la
historia masónica: ¿por qué no se menciona a Jhon Dee, el célebre filósofo
hermético y autor de un famoso prefacio para la traducción inglesa de la obra
de Euclides, en el cual elogiaba al gran Vitruvio y exhortaba a luchar por el
renacimiento de Euclides, de la arquitectura y de todas las artes matemáticas?
La edición inglesa de Euclides, con el prólogo de Dee, fue publicada en 1570, y
con seguridad fue un monumento sumamente memorable para el sagrado arte de la
geometría y el heraldo del renacimiento de la arquitectura clásica en Inglaterra
muchos años antes de Iñigo Jones. Es difícil creer que los masones no
conocieran el prólogo de Dee a la obra de Euclides, que contiene tantas citas a
Vitruvio, y en verdad es bastante claro que James Anderson sí lo conocía, pues
en más de una ocasión casi parece que lo está citando textualmente. Compárense
por ejemplo las palabras con las que Anderson describe el reinado de Augusto
como la época en la que nació el Mesías de Dios, Gran Arquitecto de la Iglesia,
con las palabras de Dee sobre Augusto “en cuyos días nació nuestro Celestial
Arquimaestro”. Se queda uno con la impresión de que Dee fue puesto
deliberadamente fuera de la historia oficial de la masonería. ¿Cuál puede ser
la razón de esta omisión? Quizá la misma por la cual con tanta frecuencia se
evitaba pronunciar su nombre: Su fama de hechicero y la publicación
condenatoria de Meric Casaubon. Aunque es sumamente irónico que en su prefacio
el mismo Dee deplore la acusación de hechicería que le hacen los ignorantes,
exactamente como Anderson en las Constituciones afirma que en los tiempos de
ignorancia a veces se condenaba por nigromancia a la geometría.
Hay pues aquí una cuestión que dilucidar:
¿Qué relación tiene este tema con nuestro problema acerca de las doctrinas
rosacruces y la masonería?
No tenemos respuestas claras que dar a
estas preguntas, pues como aclaramos al comenzar este capítulo, del Iluminismo
Rosacruz, el presente libro no se orienta primordialmente hacia el problema de
las sociedades secretas. Todo lo que podemos hacer es tratar de indicar que
los movimientos históricos aquí descritos pueden abrir nuevos caminos por los
cuales los investigadores del futuro pueden ir a buscar nuevas pruebas
documentales.
Supongamos –como pura y simple hipótesis,
como posible camino histórico por el que puedan moverse los futuros
investigadores- que en la Inglaterra Isabelina haya surgido la idea de algo
semejante a lo que después fue la masonería, relacionada con los cultos de la
reina y de la tradición de Dee, y a la cual se asoció a Philip Sidney. En la
Inglaterra Isabelina, que se mantenía unida por un espíritu caballeresco
revivido y por ciertos movimientos esotéricos renacentistas, y que así logró
organizarse espiritualmente para resistir a un enemigo peligroso, parece
posible que existieran agrupaciones secretas. Cuando estos movimientos se
trasladaron al extranjero, en el séquito del elector Palatino, Federico, y de
su esposa Estuardo ¿no pueden haberse llevado entre otras cosas no solo las
ideas caballerescas y alquímicas inglesas atribuidas a Dee, sino también la
idea de una especie de pre masonería, inspirada parcialmente en el mismo John
Dee, del mismo modo que inspiró tantas otras cosas en aquellos movimientos?
Habría que buscar las posibles ideas místicas masónicas que pueden estar contenidas
en los escritos del grupo rosacruz, especialmente de Maier y Andreae; pero por
el momento no sería fácil diferenciarlas de la mística renacentista en general.
El problema se complica por el hecho de que,
aunque parezca más que probable que las sociedades secretas se estuvieran
desarrollando por las presiones de la época, no se sabe cuántas de estas sociedades puedan haber
existido, ni como se relacionaban entre sí, si es que existía tal relación.
Como ya se ha dicho, todos los
movimientos secretos de fines del siglo XVI pueden haber sentido una simpatía secreta
por el que se desarrolló teniendo en su centro al Elector Palatino. Sabemos que
a fines del siglo XVI, debido a la situación imperante en los Países Bajos se
organizó la Familia de Amor, sociedad secreta de indudable existencia real.
También sabemos que muchas personas muy conocidas eran secretamente miembros de
esta secta o Sociedad Secreta, que permitía que sus miembros aparentaran formar
parte de alguna iglesia mientras secretamente estaban afiliados a la Familia.
Estas actitudes de la Familia del Amor se parecen algo a las de la masonería. Sabemos
que entre los editores muchos eran secretamente miembros de dicha Familia, y
que, por ejemplo, plantin, el gran impresor de Amberes, no solo era miembro de esta secta, sino que le hizo
propaganda con entusiasmo por medio de la publicación de las obras de quienes
le tenían simpatía. Ya hemos indicado que la familia De Bry, impresores que
tenían relación con la firma de Plantín, quizá era familista, y que la decisión
de trasladar la sede de la empresa a territorio palatino, a Oppenheim, donde
publicó obras de personas interesadas en el fenómeno Rosacruz –Fludd y Maier-
quizá puede haberse debido a una simpatía secreta por los movimientos que tenían lugar en esos siglos en el
Palatinado.
Los Templarios masones aceptados colaborarían con la Casa de los
Estuardo para recuperar el Trono de Inglaterra y cuando la Dinastía
defenestrada tuvo que exiliarse en Francia también lo hicieron los propios
caballeros que le habían jurado fidelidad a los Estuardo. Con el tiempo, estas
logias, dieron lugar a las actuales masonería francesa y escocesa.
Repetimos –sigue diciendo Frances A. Yates- nuestra
opinión de que en el movimiento rosacruz se pueden encontrar influencias de
Giordano Bruno, filósofo intensamente hermético que a fines del siglo XVI
propagó por toda Europa un movimiento reformista
esotérico. Este movimiento propugnaba una reforma general del mundo, como un
regreso a la religión egipcia y a la magia buena. Bruno quizá formó en Alemania
una Sociedad secreta, los Giorianisti; había visitado Inglaterra donde
probablemente conociera a Sidney, demostrando su simpatía por los aspectos más
esotéricos del culto caballeresco isabelino. También aquí tenemos una posible
influencia sobre las doctrinas rosacruces mezclada con otras influencias.
Podría decirse que las influencias
familistas posiblemente representaban una corriente secreta originaria de los Países
Bajos, que un movimiento encabezado por Giordano Bruno, podía estimular el
nacimiento de movimientos secretos en Italia, y que todas estas influencias tal
vez coexistieron con un movimiento esotérico de origen Inglés, fuertemente
influenciado por Jhon Dee, que se aprestaba en los inicios de un gran esfuerzo
en favor de la liberación de Europa del Yugo católico e imperial, colocando en
el trono de Bohemia a Federico del Palatinado.
Tras tanta tropelía de parte de la Religión oficial, aunada a los intereses
particulares que se sumaron a las ideas luteranas primero y calvinistas
después, se produjo la Reforma Protestante, donde las no tan nuevas ideas de
Lutero se amalgaman con las ya viejas de los valdenses que se habían mantenido
en la sombra del ostracismo autoimpuesto por mera cuestión de supervivencia. Es
en ese convulso panorama donde surgió la Fama Fraternitatis de los Rosa Cruces,
en un intento, frustrado, de formar una confederación de países protestantes
que pudieran enfrentar al omnímodo y poderoso imperio austro húngaro hispano,
que imponía el Catolicismo en Europa por Orden de su Santidad el Papa.
Todas éstas, obviamente. Son
especulaciones a tientas –nos dice Yates-, sugerencias posibilistas e hipotéticas,
pero es necesario hacerlas para señalar las dificultades que presenta el tema
de la supuesta relación entre rosacrucismo y masonería. Sabemos que la época de
fines del siglo XVI y principio del XVII fue una edad de sociedades secretas,
pero no sabemos cómo se relacionaban unas con otras, ni en qué se diferenciaban
entre sí. El documento inglés de 1676 ya mencionado habla de una cena de la
Asociación del Listón verde con la Hermandad de la Rosacruz, los Adeptos
Herméticos los Masones Aceptados, cuya
característica común era la invisibilidad. Tal vez este fragmento represente
tradiciones anteriores de lo que podría denominarse la intercomunión de las
sociedades secretas, aunque en tiempos anteriores y más terribles, semejantes
relaciones podrían haber sido mortalmente peligrosas.
Si dentro de esta compleja situación
secreta del movimiento rosacruz alemán hubo una influencia esotérica de origen
Inglés quizá derivada de un movimiento masónico relacionado de algún modo con
Dee, y con el cual se combinaron influencias de los ideales caballerescos
ingleses para crear el nombre de Rosa Cruz, es posible que tras los misteriosos
manifiestos hubiera algo real, algo parecido a un movimiento pre masónico.
Permítasenos señalar de nuevo que estas
especulaciones a tientas no pretenden ser más que hipótesis que guíen a los
futuros investigadores por un camino científico-histórico todavía inexplorado
por los que se interesan en la historia de la masonería primitiva; pues nadie
que sepamos ha tratado el asunto de la influencia inglesa sobre el movimiento
rosacruz alemán.
Si tales influencias fueron de Inglaterra
a Alemania a principio del siglo XVII (llegando también por medio de la misión
de Dee en Bohemia), ¿Cuándo habrá regresado, de nuevo, a Inglaterra? Pues
seguramente después de la catástrofe de 1620, es indudable que se debe
haber generado un intenso movimiento de lealtad y simpatía hacia los reyes de
Bohemia, por los terribles acontecimientos que los obligaron a vivir exiliados en
la Haya durante largos años.
El Movimiento, no sabemos si Organización, Rosacruz fue liderado,
entre otros, por Valentín Andreae, Michel Maier, Cristopher Besold y otros.
Fracasado el Proyecto, dado que el monarca Ingles no quiso entrar en conflicto
con la corona española, a pesar de estar casada su hija Isabel con Federico el
Elector Palatino primero y efímero Rey de Bohemia después, cruzó el charco de
manos del Dr. Robert Flud, cuya influencia sería decisiva junto a Elías Asmole
en la transformación de la masonería operativa británica con masones aceptados,
en la puramente especulativa que ha llegado hasta nuestros días.
Y aquí es donde nuestra nueva perspectiva
histórica –sigue exponiendo Yates-,
puede ayudar indicando lo que quizá es un campo de investigación completamente
virgen. En la Haya hubo movimientos rosacruces desde 1622, respecto a los
cuales se conoce una cierta cantidad de material pero se podría encontrar mucho
más. Es muy posible que la masonería organizada haya encontrado en la Haya las condiciones
adecuadas para crecer, tal vez independientemente del movimiento rosacruz o en
conjunto con él, en aquella atmósfera de fidelidad a una causa perdida cuya
figura central, después de la muerte del ex rey de Bohemia, era su real viuda
la ex reina, Isabel Estuardo, quien durante tanto tiempo tuvo su Corte en la Haya.
Los miembros de la Casa Estuardo tuvieron
la tendencia a ser vehículos de la masonería, como sin ir más lejos lo
demuestra la masonería que en el siglo XVIII rodeaba a los pretendientes
Estuardo al trono británico. Pero quizá hay un miembro de
esa Familia cuyo ambiente no ha sido suficientemente estudiado desde este punto
de vista: Isabel, ex reina de Bohemia. Isabel Estuardo tenía un carácter muy
fuerte y posiblemente ejerció su gran influencia para conservar vivo una
especie de monarquismo aceptable hasta para los parlamentaristas; este
monarquismo tenía algo en común con el de un exiliado bohemio como Comenius, y
también fue causa de la facilidad con que se llevó a cabo la restauración de
Carlos II en el trono. La fácil transición regresiva de la revolución a la
monarquía siempre ha sido motivo de conjuras, y se ha sospechado que la
masonería no fue ajena a ella.
Por otro lado, los nuevos paradigmas surgidos del renacimiento se
trasladaron del movimiento rosacruz a las nuevas instituciones científicas como
la Royal Society británica, con lo cual quedaba constituido, de forma física,
el conocido como Colegio Invisible, antaño de los rosacruces.
Nuestras investigaciones históricas –matiza Yates-, pues indican que la teoría de J.G.
Buhle tiene algo de verdad, aunque no como él cree. Seguramente, el fenómeno
europeo de la masonería tuvo relación íntima con el movimiento rosacruz.
De todas formas, esta declaración
nebulosa y provisional, está todavía muy lejos de resolver el problema, pues es
evidente que los dos movimientos no fueron idénticos, aunque probablemente
tuvieron relación entre sí. La masonería combina una concepción esotérica de la
religión con enseñanzas éticas y el énfasis en la filantropía, y de esta manera
sigue el esquema de los hermanos R.C. Pero se aleja de este esquema, como ha
observado Arthur Edward Waite, en cuanto que no tiene interés en reformar las
artes y las ciencias, ni en la investigación científica ni en la alquimia, ni
en la magia, entre otras muchas diferencias. De la gran reserva de fuerza
espiritual e intelectual y de visión moral y reformadora representada por los
manifiestos rosacruces, la masonería tomó un aspecto; los demás se concentraron
en la Real Sociedad, en el movimiento alquímico y en otros muchos lugares. El
Tema del Libro el Iluminismo Rosacruz –concluye Frances Amelia Yates-, es el Iluminismo Rosacruz, la
Ilustración Rosacruz en su conjunto y en sus numerosas y multiformes manifestaciones,
y en menor grado la canalización de algunos de sus aspectos hacia sociedades
secretas, pues el interés en éstas ha tendido a opacar la importancia del Tema
principal. Nunca sabremos, por ejemplo, si Francis Bacon fue una especie de
francmasón primitivo; ni es necesario porque no tiene la menor importancia que
sepamos tal cosa. Es mucho más importante identificar la influencia que
ejercieron las ideas rosacruces que inventar la afiliación de cualquier
personaje a una Sociedad Secreta.
Con todo, el tema estudiado en este
capítulo dedicado a la relación masonería-rosacruz, el tema del secreto tiene
su importancia porque conecta al Renacimiento con la iniciación de la
revolución científica. Los grandes pensadores matemáticos y científicos del
siglo XVII tenían muy presentes las tradiciones renacentistas del pensamiento
esotérico, de la continuidad mística a partir de la sabiduría hebraica o
egipcia, y de la fusión de Moisés con Hermes Trimegisto, que tanto fascinaron
al Renacimiento. Estas tradiciones sobrevivieron a lo largo de aquel periodo
mediante las sociedades secretas, especialmente en la masonería. De ahí que no
podamos comprender totalmente a los primeros miembros de la Royal Society si no
tenemos en cuenta las influencias esotéricas renacentistas que sobrevivían en
sus antecedentes formativos. Por debajo o más allá de su filiación religiosa
normal, veían al Gran Arquitecto del Universo, concepción religiosa
totalizadora en la cual quedaba comprendido, y a la vez se alentaba, el impulso
científico de explorar la Obra del Arquitecto. Y estos
antecedentes esotéricos de los que no se hablaba, o sea, secretos, eran una
herencia del renacimiento, de aquellas tradiciones de la magia y la cábala del
misticismo hermético o hebraico que era la base del neoplatonismo desarrollado
por el Renacimiento italiano.
Podemos ahora considerar la Fama un
manifiesto perfecto, porque allí se combina en efecto la proclama del avance de
la ciencia en una edad nueva e ilustrada con la sutil insinuación de la
invisibilidad como característica distintiva de los Hermanos de la Rosacruz.
Para concluir, nosotros mismos, diremos que el gnosticismo en Europa
había sido ocultado en el arca del conocimiento templario primero y de
rosacruces y masones después.
El 17 de noviembre de 1875 Madame Blavasky y el Coronel Olcoth
fundaron la Sociedad Teosófica en Nueva York, tras haber acometido múltiples
viajes por el lejano Oriente, donde recabó la mayor parte de su conocimiento
esotérico que supo bien aliñar a su erudición en filosofía griega. De todos es
conocida la profunda relación que la Vieja Dama rusa tuvo con las
organizaciones masónicas hasta el punto de que dentro de la propia Sociedad
Teosófica surgiría una Obediencia propia, la Co masonería; que de algún modo
fue el origen de la masonería mixta. La propia Blavasky repitió, hasta la
saciedad, que en el arcón simbólico de la masonería se encontraba oculta la
sabiduría arcana; no es de extrañar por tanto que existan dos corriente
rosacrucianas que aunque en el fondo persigan un mismo fin, sin embargo, sus
métodos difieren en su esencia temporal. No es que haya dos métodos rosacruces
diferentes sino dos formas de ver la Realidad. Una masónica ritualista “dentro
de la Francmasonería” o para masónica “en el seno de las criaturas generadas
por la Golden Dawn (Aurora Dorada)” y otra mística proveniente de su previa
inmersión en el pensamiento teosófico, como es el caso de las escuelas
espirituales surgidas del Maestro y visionario Rudolph Steiner.
Esta Verdad, la Verdad de la Rosacruz, es la que ha venido siendo
preservada con el correr de la Historia desde el origen de los tiempos, porque
no podía ser de otro modo dado que la llevamos grabada a sangre y fuego dentro
de lo más íntimo de nuestro ADN. Solo la Verdad y solo con la Verdad por
delante es que podremos llegar a todos y cada uno de los individuos en que está
fragmentada la Naturaleza humana y el propio Cosmos.
Cualquier construcción que esté fundamentada sobre los cimientos del
engaño está condenada a su extinción catastrófica. Tan solo la Verdad está
capacitada para abrirse camino, como un ariete, a través de los graníticos
muros de la intransigencia constituida por un Sistema autodefensivo que viene
trabajando, desde el principio de los tiempos, en la manipulación de nuestras
mentes; sobre todo de las de los más jóvenes miembros de nuestra Especie.
El engaño, la falsedad, la mentira, están mantenidos por una fuerza de
carácter centrífugo, carente de apego positivo alguno. Por el contrario, la
Verdad nos viene asistida por la fuerza centrípeta del apego conocida como
Amor. Tan solo el Amor puede romper las más férreas corazas y hacer que la Luz
de la Gnosis despierte al inmortal Ave Fénix que mora en nuestro más profundo
interior.
Aralba